La musicoterapia infantil es el uso de la música y de las actividades
musicales en un contexto terapéutico con el objetivo de estimular,
mejorar o recuperar el correcto desarrollo motriz, cognitivo, social y
emocional de los niños.
En una sesión de musicoterapia, mientras el niño se lo pasa bien cantando y tocando instrumentos, el musicoterapeuta pretende conseguir que el niño sea capaz de mantener la atención, que articule mejor las palabras o que construya las frases correctamente. También se puede fijar el objetivo de controlar la hiperactividad del niño, mejorar la conducta o aumentar la autoestima en situaciones emocionalmente difíciles. Es por este motivo que la musicoterapia es útil en la mayoría de problemas propios de los primeros años de vida del niño: problemas de lenguaje, problemas de aprendizaje, dislexia, déficit de atención, hiperactividad, problemas emocionales y de conducta, etc.
Ya hace algunos años que psicólogos de los diferentes ámbitos de la psicología han empezado a ver en la música un recurso útil para sus actividades terapéuticas, y poco a poco han ido llevando su carrera profesional hacia la musicoterapia. Es muy importante que el musicoterapeuta sea músico además de psicólogo, pues el dominio de instrumentos como el piano o la guitarra y la capacidad de improvisación dan consistencia a las actividades musicales de la sesión.
En una sesión de musicoterapia, mientras el niño se lo pasa bien cantando y tocando instrumentos, el musicoterapeuta pretende conseguir que el niño sea capaz de mantener la atención, que articule mejor las palabras o que construya las frases correctamente. También se puede fijar el objetivo de controlar la hiperactividad del niño, mejorar la conducta o aumentar la autoestima en situaciones emocionalmente difíciles. Es por este motivo que la musicoterapia es útil en la mayoría de problemas propios de los primeros años de vida del niño: problemas de lenguaje, problemas de aprendizaje, dislexia, déficit de atención, hiperactividad, problemas emocionales y de conducta, etc.
Ya hace algunos años que psicólogos de los diferentes ámbitos de la psicología han empezado a ver en la música un recurso útil para sus actividades terapéuticas, y poco a poco han ido llevando su carrera profesional hacia la musicoterapia. Es muy importante que el musicoterapeuta sea músico además de psicólogo, pues el dominio de instrumentos como el piano o la guitarra y la capacidad de improvisación dan consistencia a las actividades musicales de la sesión.
El valor terapéutico de la música
La música, por ella misma, tiene una serie de características que la hacen muy útil para el trabajo con niños. Para empezar, es un recurso que todos conocen y han experimentado en muchas ocasiones, a menudo de una forma agradable y divertida. Además, música puede hacerla todo el mundo, los grandes y los pequeños, los más inteligentes y los que presentan más dificultades, los que hablan y los que son incapaces de comunicarse verbalmente… Y esta flexibilidad para presentarse a todo el mundo en el nivel que cada cual necesita, hace de la música una perfecta aliada por la terapia.
La música nos toca emocionalmente, nos activa o nos relaja a nivel físico, nos hace trabajar
el cerebro y nos ayuda a relacionarnos con los demás. Además, una
canción siempre tiene momentos previsibles aunque sea la primera vez que
nos la cantan. Por este motivo el niño se siente seguro en una sesión
de musicoterapia, puesto que siempre es capaz de participar con éxito en
las actividades que se hacen.
Es
importante destacar que todos tenemos una música preferida: una
canción, una melodía que nos emociona más que las otras… Los niños no
son una excepción en este sentido. Esta música preferida será un recurso
indispensable para el musicoterapeuta, y servirá de base para su
trabajo con el niño.
El papel de la música en la terapia
Según el objetivo que se quiera trabajar y las características del niño, el musicoterapeuta utilizará la música de una manera o de otra. En algunos casos, la música actúa como estímulo por facilitar el aprendizaje de nuevos conceptos, nuevas palabras, nuevas maneras de construir una frase… Sería como cuando nos aprendíamos las tablas de multiplicar con el ritmo y la tonadilla que nos facilitaba la memorización, o como cuando todavía ahora somos capaces de recordar los ingredientes de la Nocilla gracias a la canción que se hizo famosa con el anuncio. Otras veces, la actividad musical (tocar un instrumento, escuchar un disco, cantar…) es la excusa para conseguir que el niño trabaje una dificultad. Por ejemplo, tocar la flauta puede servir para hacer ejercicios de respiración que, sin la flauta, podrían resultar algo aburridos. Tocar en un grupo puede mejorar su capacidad de atención (si ha de tocar los cascabeles justo después de oir el triángulo), mejorar la relación con otros niños, o aumentar la autoestima.
Por
último, no podemos olvidar que las actividades musicales son divertidas
para el niño, y esto les da un papel importante como refuerzo para
conseguir que trabaje en aquellas tareas que de entrada no le motivarían
demasiado.
El proceso de evaluación
Para
llevar a término una buena intervención con musicoterapia, el
psicólogo-musicoterapeuta debe realizar un estudio del desarrollo del
niño en todos sus ámbitos, mediante las pruebas estándar que existen
para cada caso. Una vez hecha esta valoración, establecerá los objetivos
a trabajar con el niño y planificará el tratamiento más adecuado. Hasta
aquí, nada diferente de lo que hace un psicólogo en su día a día. Pero
además, el musicoterapeuta preguntará a los padres qué músicas escucha
el niño a casa, qué canciones se le han cantado de pequeño, si reacciona
a alguna música en especial, o si se ha interesado por algún
instrumento. Esta información será básica por el tratamiento y a partir
de aquí se programarán las actividades más adecuadas para el niño según
su propia historia musical.
El
musicoterapeuta, además de su trabajo diario con los niños, mantiene un
contacto directo con los otros profesionales que conocen al niño, como
el maestro, el logopeda, el fisioterapeuta, el terapeuta ocupacional, el
neurólogo, etc.
Las sesiones
Las
sesiones de musicoterapeuta son muy estructuradas, puesto que cuanto
más lo son más ayudamos el niño a sentirse cómodo en un ambiente
previsible y conocido para él. Por esto, en musicoterapia infantil son
muy importantes las canciones de bienvenida, que son canciones sencillas
que incluyen un saludo personalizado con el nombre del pequeño. Estas
canciones son más o menos simples según el grado de desarrollo
lingüístico e intelectual del niño.
Después, se van realizando las diferentes actividades planteadas según los objetivos. Algunos ejemplos de actividades son:
Cantar:
las canciones son una fuente de aprendizaje de vocabulario, y les ayuda
a trabajar la correcta estructura de las palabras y las frases. Una
canción adecuada para cada actividad dependerá del objetivo a conseguir,
la edad y la capacidad del niño.
Audición musical:
fomenta principalmente la atención, el reconocimiento de sonidos, y
puede servir para conseguir momentos de relajación durante la sesión.
Juegos musicales:
son todas aquellas actividades que tienen como protagonista un
instrumento o una acción musical, que están regidas por unas normas que
se deben cumplir, y que tienen un objetivo a conseguir.
Improvisación vocal e instrumental:
permite un ambiente flexible en que el niño es libre de tocar o cantar
lo que quiere, siempre dentro de unos límites. Este espacio es muy
importante para los niños acostumbrados a un ambiente de aprendizaje muy
rígido, y fomenta la expresión espontánea y la creatividad.
Composición de canciones:
fomenta la creatividad y la imaginación. El niño puede componer una
canción cambiando la letra de una canción conocida o inventando una
nueva melodía.
Viajes musicales:
con ayuda de una audición, guiamos la imaginación del niño hacia otro
lugar, como si lo metiéramos dentro de un cuento en el que él es el
protagonista y pasan cosas increíbles…
Tocar instrumentos:
la habilidad necesaria para tocar un instrumento implica un desarrollo
de ciertas funciones motrices que pueden ser un objetivo en sí mismo.
Pero también tocar en grupo o junto con el musicoterapeuta implica
trabajar la relación con el otro, la espera de los turnos, la escucha
del otro o la coordinación con éste.
Finalmente,
la sesión acaba con un final previsible y conocido para el niño, ya sea
con una canción o con una actividad de recogida, que faciliten la
comprensión del fin de la sesión y la ubicación a su nueva realidad
(irse con la madre, ir a otra terapia…).
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