miércoles, 11 de marzo de 2015

Paisajes Sonoros




Aunque les parezca extravagante,  mi sobrina de doce años me preguntó hace unos días si se podía afinar el mundo. Algo está cambiando cuando una estudiante de violín matriculada en un conservatorio de música plantea este tipo de dudas. Puede que no sea demasiado tarde y salgamos del ostracismo por la ramplonería educativa que hemos sufrido durante décadas en los centros de enseñanza academicistas de España.
No tiene edad aún para leer el libro que les voy a recomendar, pero algo tendré que explicarle para intentar solventar sus dudas al respecto. Se ha publicado hace unos meses “El paisaje sonoro y la afinación del mundo“, del canadiense R. Murray Schafer, y en sus páginas, ahora traducidas al castellano, podemos despejar algunas incógnitas sobre el mundo de los sonidos.

Dedicado desde los años sesenta del pasado siglo a la ecología acústica, al estudio del sonido separado de la fuente generadora de ella, y a lo que él mismo denominó paisaje sonoro (soundscape), se convirtió en uno de los referentes teóricos de la fonografía y música experimental  de las últimas décadas, influyendo a una gran cantidad de artistas sonoros. Trabajó durante mucho tiempo en el “Proyecto del paisaje musical del mundo” y su gran aportación fue “The Tuning of the World“, libro editado en 1977. Además, ha compuesto numerosas obras enmarcadas en el campo de la música contemporánea de corte dramático y, en ocasiones, con temática mitológica. Ejemplo: su obra magna es Patria.

Pero, no se equivoquen, todo esto no es una  idea caída del cielo ya que el pensamiento sobre el universo como composición musical tiene una historia que va desde Pitágoras hasta John Cage. Y la importancia de Schafer radica en su acercamiento empírico a dicha idea, según se nos explica en el propio libro. Schafer lo que ha aportado es un interés creciente con el tiempo en el estudio de los sonidos capturados del mundo, un instrumento mucho más rico que lo que puedan aportarnos todos los instrumentos que sintetizan los sonidos.
Lo que podemos extraer de la lectura de este libro, que sirve tanto a estudiosos del tema, a fonografistas como a neófitos interesados en una aproximación al paisaje sonoro, es que la importancia del silencio y de la escucha es determinante a la hora de participar en una deriva sonora o de manipular con los sonidos que capturamos del mundo. La acústica, la naturaleza y el entorno que nos rodea cada vez más complejo, invita a reflexionar sobre los sonidos como objetos de trabajo e investigación, como fuente documental y experimentación estética. Seguro que tras la lectura de este libro imprescindible a más de uno le cambiará la percepción sonora de todo lo que le rodea.
Y termino con una cita que explica muy bien la intención del autor canadiense y que aparece justamente en  la introducción del libro:
“Aunque no haré otra cosa sino escuchar…
Escucho todos los sonidos, que corren juntos, se combinan,
se funden, se suceden unos a otros:
los sonidos de la ciudad y los ajenos a ella, los sonidos
del día y de la noche…”
(“Canto a mí mismo”, Walt Whitman)

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